En las primeras décadas del franquismo, la censura se benefició de una cómoda vaguedad legislativa. Pese a la proliferación normativa, ninguno de los documentos oficiales de los años treinta, cuarenta y cincuenta especificó qué se podía mostrar y qué no. La legislación como máximo aludía a los “valores raciales” o los “principios morales y políticos” del régimen, sin dar más detalles, y hoy solo nos quedan los resultados de la práctica en sí misma, los informes emitidos y las opiniones expresadas por los propios censores. La Iglesia jugó un papel clave y mantuvo su voz y voto en los órganos censores hasta el final del franquismo.
En 1951 se creó el Ministerio de Información y Turismo, que admitía una cierta liberalización de las costumbres para promover la buena imagen del régimen y la entrada de divisas extranjeras, pero mantenía la información bajo un férreo control. De este ministerio dependían la Dirección General de Cinematografía y Teatro y, por lo tanto, los órganos de censura.
A lo largo de los años 50, la progresiva liberalización intelectual favoreció la creación de un debate social en torno a la censura, que nació en los círculos intelectuales, como las Conversaciones de Salamanca de 1955, y se consolidó en la opinión pública a raíz del sonoro caso de Viridiana (Luis Buñuel, 1961), premiada en Cannes y prohibida por el régimen tras una crítica negativa en L’Osservatore Romano. Desde Salamanca y otros círculos no se abogaba por una derogación de la censura, sino por una clarificación de las reglas del juego, en aras de una transparencia democrática pero también por las necesidades pragmáticas de guionistas, directores y productores, que querían saber a qué atenerse.
La llegada al Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga Iribarne (1962) trajo aires de renovación, que en el caso de la Dirección General de Cinematografía y Teatro se concretaron en la promesa de unas Normas de Censura Cinematográfica, elaboradas por el equipo de José María García Escudero, que verían la luz en 1963. Estas normas estuvieron vigentes hasta 1975, cuando fueron reemplazadas por las Normas de Calificación Cinematográfica, que mantenían la mayoría de las prohibiciones pero aceptaban el desnudo.
*Este texto incorpora y resume contenidos del capitulo “La encíclica que compró el destape: censuras del deseo en el cine del franquismo” de Albert Elduque, del libro El deseo femenino en el cine Español (1939-1975). Arquetipos y actrices. (Madrid: Cátedra, 2022), publicado en el marco de este mismo proyecto de investigación.
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