La ensoñación se manifiesta a partir de una retórica visual que imita los modelos genéricos del cine de Hollywood, un gesto recurrente en el cine clásico. Es una manifestación de deseo capaz de insinuar un traslado de la imaginación femenina a un lugar lejano, fuera de su realidad presente.
Blanca de Silos: Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941)
Antoñita Colomé: Mi fantástica esposa (Eduardo García Maroto, 1944)
Josita Hernán: Una chica de opereta (Ramón Quadreny, 1944)
Conchita Montes: La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945)
Esta visualización del deseo femenino aparece en el momento en que la protagonista, pensando en algo que anhela, se aísla unos instantes de la realidad y, con los ojos elevados, ofrece una expresión de anhelo sentimental –fugaz, pero intenso.
Amparo Rivelles y Ana Mariscal: De mujer a mujer (Luis Lucia, 1950)
Amparo Rivelles: De mujer a mujer (Luis Lucia, 1950)
Marisa de Leza: Surcos (José Antonio Conde, 1951)
Elvira Quintillá: Esa Pareja Feliz (Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, 1951)
Emma Penella: Los peces rojos (José Antonio Nieves Conde, 1955)
Betsy Blair: Calle Mayor (Juan Antonio Bardem, 1956)
Concha Velasco: Las chicas de la Cruz Roja (Rafael J. Salvia, 1958)
Analía Gadé: La vida por delante (Fernando Fernán-Gómez, 1958)
Analía Gadé: Sólo para hombres (Fernando Fernán-Gómez, 1960)
Lina Canalejas: El mundo sigue (Fernando Fernán-Gómez, 1965)
Aurora Bautista: Pepa Doncel (Luis Lucia, 1969)
La residencia (Narciso Ibáñez Serrador, 1969)