Es una de las actrices principales de la postguerra española. Descendiente de una importante saga de actores, se inicia en el teatro a temprana edad y en el cine inmediatamente después del fin de la guerra. Su propuesta estética se basa en la fotogenia de su belleza juvenil, de rostro dulce y mirada intensa, y en una seguridad de gestos y dicción propias de su procedencia teatral. En el periodo 1939-1945 destaca la expansión progresiva de su figura menuda y sutil, de la ingenuidad a la conquista de personajes femeninos seguros y dominantes.
Deliciosamente tontos (Juan de Orduña, 1943)
La duquesa de Benamejí (Luis Lucia, 1949)
En conjunto, su obra presenta una de las trayectorias más longevas de la época. Se mantuvo en el cine hasta principios de los años 80, para pasar a la televisión y al teatro, en los que permaneció hasta poco antes de su muerte.
“[La liberación de la mujer] Me suena a una cosa que sé que existe, como Marte, por ejemplo. Sé que existe pero yo no he tenido necesidad de liberarme nunca. Yo he estado liberada siempre. Me he ganado mi vida, he decidido en mi vida lo que he querido. He hecho —o no— lo que siempre he querido, porque eso es muy difícil de hacer. Pero sí casi todo lo que he querido. Entonces me he sentido siempre liberada, no necesito que me liberen”
(Amparo Rivelles en Autorretrato, RTVE, 1984)
El placer de mirar: Alma de Dios (Ignacio F. Iquino, 1941)
La mirada extática: Malvaloca (Luis Marquina, 1942)
El gesto íntimo: Malvaloca (Luis Marquina, 1942)
La ensoñación: De mujer a mujer (Luis Lucia, 1950)
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